Todos tenemos muy presente el
desparpajo con el que se mueve Esperanza Aguirre en la controversia del
escenario político y en su intento de crear una nueva derecha que acabe con el
viaje del PP hacia el centro. Pese a haber estado edificando su política en el epicentro de la corrupción y de las
privatizaciones de la Sanidad e incluso haber hecho la competencia a los personajes
habituales de los realitys, protagonizando
peripecias personales como escapar de la policía municipal tras situar
su coche donde le dio la real gana, su figura se alimenta de todo eso porque
entronca con el “señoritismo” de una derecha cañí que mezcla grandes dosis de
autoritarismo y clasismo ribeteado de incultura.
Ese señoritismo autoritario y
clasista, le lleva a practicar un sistema político de adhesiones
inquebrantables, que cuando pasea por la calle recuerda a personajes de otras
épocas. Al tiempo que crea situaciones clientelares con las licencias de medios
de comunicación que propagan su fe, mientras que promueve la supresión de las
libertades en la calle, como cuando
pedía mano dura contra las acampadas del 15 M en la Puerta del Sol o
directamente impedía la libertad de expresión en los medios de comunicación
públicos como Telemadrid. En este caso propició una depuración de profesionales
de la información conducida por criterios ideológicos, que culminó su sucesor a
dedo en la Presidencia de la Comunidad. Con todos estos elementos Aguirre iba
construyendo su modelo político, el Aguirrismo.
En ese contexto no sorprende que
Aguirre tenga la osadía de decir que ella destapó la corrupción o que su
sucesor añada que en Madrid el problema de los niños es la obesidad y no que
pasen hambre. Porque lo importante es crear una política histriónica y montar
un decorado que oculte la connivencia con la corrupción, creando la imagen de
un liderazgo sólido. El histrionismo ya no se viste igual que lo hacía en otras épocas la derecha
rancia.
Esa forma de histrionismo
declarativo que en realidad envuelve a un autoritarismo y clasismo de nuevo
cuño, le lleva a pisar la calle, poniéndose por montera, y el simil taurino es
intencionado, la política de su partido en el caso del aborto o de las víctimas
del terrorismo. Esa parafernalia de gestos, que fusiona su impronta personal
con la construcción mediática y un cierto seguidismo popular que la considera
la salvadora de la patria, “la
lideresa”, constituyen los pilares del
Aguirrismo.
Y aquí queremos fijarnos en esos
dos aspectos, su historia personal y sus posiciones políticas, construidas incluso
contra su propio partido cuando ella y sus acérrimos seguidores tildan a Rajoy
de traidor al ideario conservador, según pregonan sus propagandistas mediáticos.
Porque, Esperanza Aguirre ha
estado atacando el modelo educativo de la izquierda y, con el pretexto de la
libertad de elección de centro por parte de los padres, se han enriquecido los
corruptos de su entorno cobrando comisiones por los colegios privados que se construían
y se concertaban y ha posicionado en un lugar importante del ranking a centros
de los legionarios del pederasta Maciel. Su filosofía educativa es primero, la
libertad de elección, después la excelencia del alumnado y, para terminar, el
premio según el esfuerzo desarrollado.
Pero, Esperanza Aguirre no fue
fiel seguidora de esta filosofía educativa que ahora nos quiere imponer. Ella
tendrá que justificar cómo empezó esa excelencia en su trayectoria profesional.
Ella, deberá explicar si es cierto que aprobó su plaza de técnico de turismo
cuando su tío, Ignacio Aguirre, era el Secretario de Estado del ramo y, puesta
al alcance de su mano la oposición se fue a trabajar con él. Fue precisamente
su tío Ignacio quien la formó, educó y aleccionó. De él, mamó el aguirrismo
primigenio, cuyo patrimonio ideológico
ella ha ido reelaborando a su propia imagen y semejanza.
Ese es su fraude ético e
ideológico. Esperanza Aguirre se sustenta en el PP actual para, o reconvertirlo
o saltar, en su momento, hacia un liberalismo ultra conservador en cuyos
basamentos se apoyó, aunque ya bien entrada la democracia. ¿Pero era y es
liberal?. ¿O, nos equivocamos y es una postulante más del capitalismo de
amiguetes, como se ha demostrado en los contratos que adjudicaba su gobierno
regional, situando a dedo a sus corifeos en Telemadrid que imponían contratos
de legislatura como si fueran “políticos liberales”?.
Se pregunta uno dónde está la
excelencia democrática o la libertad de elección de centro escolar o de
cualquier otra cosa… y, también, donde estaba el liberalismo de Esperanza Aguirre
durante la dictadura franquista, porque ya tenía edad para oponerse y luchar.
No se conoce que escribiera ningún artículo, que firmase ningún manifiesto, ni
siquiera que viajase al extranjero a apoyar las movilizaciones que en toda
Europa se hacían para que se instaurase la democracia en España. Esa es otra
parte del fraude del Aguirrismo, cuando levanta la bandera de las críticas a
Venezuela para así estigmatizar a PODEMOS, afirmando que en el país latinoamericano no
hay democracia. Y que muchas son las diferencias entre la actual Venezuela y el
régimen de Franco, entre otras, que en dicho país hay elecciones y en el
nuestro no las había y se encarcelaba a los que las pedían. De los que firman
este artículo, uno pasó por la prisión de Carabanchel en aquellos tiempos y fue
detenido en varias ocasiones y la otra estaba en el despacho de Atocha, el de
la masacre de los abogados laboralistas. Por qué Aguirre no luchó contra la
dictadura de Franco y sí lo hace contra la democracia de Venezuela.
Pero no, Esperanza se va a
trabajar con su tío a Turismo, y allí comparte su ideario y sus confidencias
como ella se encargo de reconocer en una semblanza que firmó en el diario EL
PAÍS. Pues bien, aquí encontramos otra contradicción que tira por tierra el
aguirrismo de Aguirre. Su tío, Ignacio, cuyos secretos compartía Esperanza, no
hizo caso a la propuesta de Marcelino Oreja, Delegado del Gobierno para todo el
País vasco con categoría de ministro, quién proponía asfixiar económicamente al
diario pro etarra EGIN. Porque EGIN, en
aquel momento, y recordemos que eran los años de plomo, con atentados casi
diarios, no pagaba nada. Ni los créditos a los bancos, Bilbao y Vizcaya, ni sus
servicios a la agencia EFE, cuyo presidente actual por cierto no dice tampoco
nada, cuando le preguntamos. Esperanza
Aguirre se coloca ahora al lado de las víctimas del terrorismo y afea a Rajoy
su actitud cuando se excarcela a terroristas. De hecho se hace acompañar en
Madrid con los militantes vascos del PP que se sienten traicionados por Rajoy.
Pero, qué hicieron contra el vocero de ETA, EGIN, tío y sobrina, pues nada porque eso les imponía mucho, es que las pistolas son palabras mayores. El diario EGIN lo
cerraría después Baltasar Garzón.
Esta Esperanza Aguirre, que no
movió un músculo contra la dictadura de Franco y que estuvo en el secreto de la
inacción contra una de las patas de ETA, la mediática, ahora saca pecho
hablando de los que, supuestamente, mantienen relaciones con una dictadura. Y ahora se convierte en la abanderada de las
posiciones duras de la nueva derecha, que intenta refundar.
En lo que no parece que tenga contradicción
con la época franquista, sino más bien continuidad, es en la persecución de la
libertad de expresión, de los periodistas comprometidos con la democracia e
incluso de cabeceras que se decantaban hacia la izquierda. Ya con Tío Ignacio
en la vanguardia y ella en la retaguardia, se impidió la reaparición del diario
MADRID, cuyo edificio fue dinamitado por Franco o que propiciaran la
desaparición del diario PUEBLO, porque su redacción según escribió de su puño y
letra el tío era en un ochenta por ciento de socialistas y comunistas. Los
Aguirre estaban en contra de los medios públicos y con Esperanza vemos el
exterminio que ha hecho en Telemadrid. Aquí no hay contradicción sino una tarea
a lo largo de los años, cumplida con gusto y dedicación.
Pilar de Miguel, Luis Santos. Periodistas